Historia de O

Las buenas historias de misterio, te sorprenden más si cabe, cuando llegas virgen a ellas, sin saber ningún detalle, y este ha sido mi caso. Y sólo puedo decir que me he rendido a los pies de lo que mis ojos han visto, de lo que mi corazón y mis tripas han sentido, y que mi mente ha hecho un crack intentando colocar conceptos en su ignorante y estrecha chaqueta. ¿Será cuestión de ir cambiando de ropero?

El valor sin duda de este relato es la provocación; te hace cuestionarte y platearte ciertos estándares sobre conceptos genéricos como el amor, los celos, la entrega, la sumisión, la devoción, el placer, el dolor, la esclavitud, la libertad…la luz, la oscuridad. Algunos espectadores reaccionarán con un “ajj, qué dolorosas las escena, fuera”, pero quizás hagan como los niños y digan qué asco con la boca pequeña, mientras sus ojos desvelan claramente las ganas de seguir mirando a eso que parece “moralmente incorrecto”.

La historia comienza en un paseo en coche, donde el espectador puede pasar de 0 a 100 en un giro de volante; aquel coche conduce a “O”, la protagonista, cuya profesión, pasado, familia, etc ...no importan en absoluto en esta historia, a un castillo. Cuántas mujeres no hemos soñado con castillos y con príncipes capaces de entregar su vida por el amor de la princesa. Cuántas veces no nos leyeron en la cama historias similares que nos llevaban a soñar con ese tipo de amor romántico, y así, poquito a poco, fuimos construyendo nuestro ideal sobre el amor esperando por años la llegada de ese príncipe que no aparecía. Y nos entregamos sin planearlo a otro tipo de esclavitud, perpetuadas a relaciones convencionales basadas en la rutina, el hastío, la mentira, la lucha de egos, la frustración, los engaños, en la carestía sexual…. quizás sea tu caso, quizás no.

Esos cuentos de hadas se alejan por completo del escenario aquí descrito; aquí no hay versos, no hay música romántica de fondo en las escenas de cama; aquí vemos a O convertida en un objeto sexual, esclava, renunciando a su cuerpo, a sus miedos, a sus preferencias, a sus complejos, a sus terrores, a sus instintos, a cambio de ser deseada por su/un “amado”, mejor dicho su amo. Pero, ¿cuál es la verdadera razón que lleva a esa mujer a someterse a esas prácticas sexuales? ¿Es el amor a un hombre, es la excitación sexual llevada al máximo o es el deseo profundo e infinito de libertad más allá de sí misma?

¿Cuáles serían o son tus razones para entregarte a las prácticas y rituales de BDSM? Son muchas las personas que hoy forman parte del movimiento BDSM, un término creado en 1990 para abarcar el Bondage y Disciplina, la Dominación y Sumisión, el Sadismo y Masoquismo. Esta historia sin embargo arranca en 1954, cuando Dominique Aury, bajo el seudónimo de Pauline Réage, escribió una novela que sería un escándalo y se convertiría en una de las obras cumbres de la literatura de BDSM. En 1975 fue llevada al cine por el realizador francés Just Jaeckin y protagonizada por Corinne Clery.

Detrás de esta historia de amor, hay otra historia de amor que Dominique Aury reveló con 86 años, a una revista estadounidense. La historia de O fue escrita por ella para atraer más al autor del prólogo y amante, el escritor Jean Paulhan, con las armas de que disponía, la creación literaria. Libertad y amor, dos grandes palabras que quedan parpadeando en mi interior. Cuando decimos “te amo”, “te quiero”, qué hay detrás, cuán devoto es nuestro amor y ¿qué seríamos capaces de dar sin esperar nada a cambio? Revisemos la profundidad de estas palabras antes de decirlas diariamente como el que decía “hola qué tal”, ¿y si no hay entrega verdadera, piensas que es real amor, o solo un convenio?

¿Objeto sexual? Te repudia, te seduce, te atrae, te ahuyenta. Quizás cuando tu alma ha tocado el cielo, el cuerpo ya no importa, y la única manera de liberarlo, es poniéndolo al servicio de una gran prueba cómo es la pérdida de su propia libertad. No importa cuánto suceda afuera, porque “dentro”, ya estás en casa. Intento escribir esto sin juicios, ni bueno, ni malo, sino con la ferviente creencia de que la vida es un juego, -lila como dicen los antiguos tántricos-, y mientras los jugadores acepten voluntariamente las reglas, no hay moral, sino sólo aprendizaje y crecimiento… y puede que dirección hacia la cumbre, la vuelta a casa.

An de volverte a quejar de "los hombres", mírate al espejo, sé sincera contigo misma y pregúntate: ¿qué tipo de hombres estoy atrayendo a mi vida? Obviamente, esto también es aplicable a los hombres y a las parejas que atraen. En cualquier caso es importante recordar las palabras de Dominique Aury: “To love is to live in the precipice”. Y tú, ¿te atreves?