El mono dopado

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Si hay algo en la naturaleza que ejemplifica la red de interconexión y equilibrio entre todos los seres vivos en la existencia, son los hongos. Sin ellos, ese ciclo entre vida y muerte, no existiría… no habría continuidad. Pero no queda ahí su labor. A continuación analizaremos el impacto que han tenido también en el trabajo de la consciencia y la evolución del ser humano.

Los hongos son imprescindibles para las plantas, éstos le pasan nutrientes y la planta da a los hongos carbono. La mayoría se alimentan de materia muerta, que descomponen y convierten en fertilizante. También ayudan a soportar sequías o plagas. Siendo fundamentales para el mantenimiento de los bosques.

Es un trabajo invisible, una red bajo tierra, parecida a la conexión y transmisión de información en el cerebro humano, -algunos dicen que incluso más compleja-, que sólo vemos cuando florece en una de sus formas más reconocibles, la seta. Ahí es cuando nos maravillamos con sus miles de formas y colores, sabores, poder nutricional, cualidades medicinales y antienvejecimiento pero que también tememos, ya que algunos son indigestos e incluso mortalmente venenosos.

En la imagen de arriba vemos las setas luminiscentes capturadas por el fotógrafo Taylor Lockwood, un ejemplo de la increíble variedad de formas y colores “mágicos” que pueden llegar a alcanzar los hongos.

También, han sido utilizados durante siglos por el chamanismo en sus rituales religiosos, ya que algunos contienen psilocibina o DMT, potentes biomoléculas capaces de abrir las puertas de la consciencia y conectar con otras realidades, con los dioses, con la conciencia universal... a la que normalmente sólo tenemos acceso tras una práctica disciplinada de yoga, meditación, ayuno, oscuridad y silencio.

El cactus del peyote es el eje de la cultura Huichol, Tarahumara, y otras, en México y suroeste de EEUU. Culturas que hablan alguna lengua de la gran familia uto-azteca, unos 2 millones de indígenas, de la cual la lengua nahuatl es la más famosa. Su artesanía destaca por el uso de llamativos colores y formas experimentados durante sus rituales con el peyote

Como la ayahuasca o el peyote, el impacto de los hongos alucinógenos en la cultura religiosa y chamánica es innegable. Hay numerosos restos arqueológicos que prueban el haber sido utilizados alrededor del mundo en rituales mayormente religiosos. Por ejemplo, el peyote es la base de la cultura Huichol en México o la amanita muscaria, también conocida como matamoscas, es usada en la cultura chamánica siberiana.

En India, el popular Rig-Veda, revelado hace 5500 años, menciona el Soma, la bebida favorita de Indra, el rey de los dioses arios. Una bebida narcótica, de la que desconocemos su composición, que servía de ayuda de conexión con lo divino en los rituales indoarios, siendo considerada un deva, un dios, en sí misma.

En la imagen de arriba vemos el petroglifo de Tassili, Argelia. Se cree que este petroglifo es el más antiguo que se conoce sobre el uso de hongos psicoactivos.

También hay evidencias de este uso por culturas antiguas en unas cuevas del parque nacional Tassili n'Ajjer, en Argelia. Con aproximadamente 9000 años de antigüedad, allí se encuentra una imagen que muestra la unión entre un hombre y numerosos hongos que le salen del cuerpo, probablemente en un ritual. También se especula con otras imágenes del paleolítico, aunque esto es más difícil de demostrar.

Pero hay teorías que van más allá del efecto antropológico de creación del nexo entre los chamanes y el cosmos. Estas revolucionarias teorías, consideran los hongos alucinógenos como uno de los elementos clave que empujó a un siguiente nivel la evolución del cerebro humano.

Psilocibina y cerebro

Algunos científicos creen que hace aproximadamente 2 millones de años, el cerebro de nuestro antepasado, el Homo Erectus, duplicó “repentinamente” su tamaño. Terence McKenna, un etnobotánico estadounidense que se hizo muy popular en la contracultura de los años 1970s, teorizó en 1992 sobre la posibilidad de que este salto evolutivo estuviera producido por la introducción de los hongos alucinógenos en la dieta de nuestros antepasados.

Según esta teoría, que acabó por denominarse “el mono dopado”, el consumo de los psilocibes que se encontraba en las laderas, creciendo entre las heces de grandes mamíferos, amplió las capacidades cerebrales, creando nuevas conexiones, procesos mentales y estructuras de percepción que tuvieron un gran impacto en áreas como el lenguaje. Lo que desarrolló la comunicación, la expresión de deseos, necesidades e imaginación; creó sinestesias, en definitiva, amplió nuestra capacidad de interpretar e imaginar el mundo. Esto se manifestó en un crecimiento del cerebro hasta el tamaño que nos caracteriza actualmente.

Este proceso, podría explicar la posterior “explosión creativa” cuando el ser humano empezó a crear su “propio mundo” tanto material como simbólico. Mejoró la vista y la atención, la cooperación e incluso transformó el impulso sexual… probablemente desarrollando una mayor conexión con la naturaleza, una experiencia no dualista, consciencia ecológica e incluso rituales extáticos y sexuales, que ahora empezaban a tener un valor no sólo como reproducción sino como herramienta de autoconocimiento. Lo que junto con el lenguaje y posiblemente otros factores, creó un cocktail del salto evolutivo.

Los hongos alucinógenos en la actualidad

Pese a los esfuerzos de la contracultura, el poder de la moral judeocristiana conservadora, el dogmatismo científico y los intereses económicos sobretodo de las grandes farmacéuticas, el trabajo con los hongos dejó de utilizarse como herramienta de meditación y autoconocimiento. Tras ello, llegó a la clandestinidad debido a la persecución penal. Aunque lo peor fue que dejaron de financiar estudios científicos, imposibilitando el conocimiento sobre sus beneficios para tratar enfermedades mentales o incluso sus beneficios medicinales.

En la universidad John Hopkins se utiliza la psilocibina, sintetizada a partir de los hongos de la familia Psilocybe en los laboratorios Sandoz de Suiza por el químico Albert Hofmann, como tratamiento para trastornos de ansiedad, depresión, adicciones e incluso el Alzheimer.

La guerra contra las drogas fue el principal objetivo de los Estados Unidos en los años de la contracultura estadounidense entre los años 1960 y 1970. Ronald Reagan llegó a considerar a las drogas “el principal enemigo de Estados Unidos”. Con lo irónicamente el psicólogo de la universidad de Harvard Timothy Francis Leary, Ph.D. respondía: “los jóvenes que consumen drogas psicodélicas, no van a la guerra”. Lo que quería decir, es que se persiguen las mentes libres, las que rechazan los dogmas y se censuran las herramientas que ayudan a conseguirlo, con el objetivo de tener más control y mejores esclavos.

Afortunadamente, desde 2015 hay universidades como la John Hopkins que han sido autorizadas por el gobierno de los Estados Unidos a realizar nuevos estudios, probando tratamientos innovadores para la ansiedad, la depresión, fobias e incluso adicciones a drogas como el tabaco o el alcohol. Todo en medios seguros y controlados, siguiendo una metodología científica. Los resultados, plasmados en más de 60 artículos, son muy prometedores. Lo que posiblemente ayudará en el futuro a crear tratamientos tanto aplicables a la medicina como al desarrollo del estudio de la conciencia.

A modo de reflexión final

Aunque aún faltan mejores evidencias y probar la veracidad del salto evolutivo, hay que reconocer que la teoría del mono dopado es un modelo interesante. Veamos. Aparentemente, los hongos alucinógenos, el peyote, la ayahuasca y otras plantas maestras, desarrollan la plasticidad del cerebro, creando nuevas sinapsis y ramas neuronales, lo que tiene un gran impacto en el lenguaje, que junto con el tiempo y el espacio, estructuran nuestro mundo.

Pero a su vez, se han utilizado para romper esa barrera de lenguaje, ego y sensaciones para ir más allá del logos y razonamiento limitado. Es decir, usados con consciencia, de manera controlada y segura, son un potente aliado de la meditación y el desarrollo. Los hongos alucinógenos, y los enteógenos en general, son capaces de ayudarnos a ir más allá de lo que ellos mismos nos han ayudado a construir durante millones de años, definiendo el cómo entendemos la realidad y el cómo razonamos actualmente.

Lo que me lleva a pensar, y fantasear, que aún nos queda mucho por descubrir sobre la verdad que hay detrás de eso que actualmente llamamos alucinaciones y las potentes capacidades ocultas del cerebro. No sin antes recordar, que no somos los únicos animales que consumimos enteógenos... Decía Sir Isaac Newton en el siglo XVII: "somos niños jugando en la playa cuando la inmensidad del oceáno aún está por descubrir.

Si deseas saber más te recomiendo leer este artículo donde encontrarás una extensa bibliografía que poco a poco ampliamos.


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Comentarios

Imagen de César F

Muy interesante, incluso en el oráculo de Delfos las adivinadoras inhalaban un gas que salía debajo de la tierra. Algo que me llama la atención es que hoy toda la sociedad está dopada con ansiolíticos y antidepresivos.

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